El Festival

Pehuen-có es un sitio fascinante, no solo por el escenario que actualmente representa y la tranquilidad que brinda, sino también por cómo la historia se ha desenvuelto -casi mágicamente- en este lugar.

Durante su viaje por el mundo a bordo del "Beagle", Darwin recorrió en diferentes ocasiones las costas del actual Partido de Coronel Rosales, en el transcurso de los años 1.832 y 1.833, Charles Darwin anota:
"Permanecimos un tiempo en Punta Alta... Aquí encontré conchillas y huesos de grandes animales". 
Richard D. Keynes, descendiente del naturalista, señala que este debe considerarse como un día destacado para la biología, ya que marca el descubrimiento de las primeras evidencias que llevarían a Darwin a formular años más tarde su famosa teoría acerca de la evolución de las especies.
Entre los restos de mamíferos se incluían algunos fósiles de ejemplares ya conocidos por los investigadores de la época como los de Megatherium y Gliptodon, y otros desconocidos hasta ese momento como el Toxodon y el Mylodon.
En Pehuen-có, especificamente, es posible recorrer -acompañados con un guía específico- las huellas que yacen impresas sobre la superficie de la playa. Huellas de Macrauchenia, que inspiran el logo del festival.
Es que una huella es un testimonio atemporal del pasado y sus protagonistas. Una huella es una marca, que aunque erosionada por el tiempo y los elementos, permanece.
Ese testimonio que transfiere pasado a futuro y las muchas instancias del presente, representado literalmente a través de un hueco en la arcilla es similar, en muchos aspectos, a la producción cinematográfica.
Los realizadores plasman en la película, o más adecuadamente a los tiempos que corren, en un sensor un instante determinado. Un momento que será resguardado junto a una estética, una intencionalidad, una meta comunicativa.
En ese punto claramente el hombre se diferencia de los animales, puesto que su testimonio es uno deliberado. Sin embargo, dada la insoportable y demoledora paciencia del tiempo y la muy sobre-estimada conciencia de la propia vida; es meritorio preguntarse si no seremos versiones contemporáneas de aquellos mamíferos esplendorosos, que al igual que nosotros hoy, recorrieron hace 10.000 las playas del Sur Argentino.

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